Vamos al teatro (gay)

La cartelera teatral gay ha implosionado, y Luisgé Martín repasa sus principales títulos y los motivos detrás de este renacer.

Vamos al teatro (gay)
Luisgé Martín

Luisgé Martín

Luisgé Martín es articulista y escritor. Su última obra publicada es '¿Soy yo normal?' de Anagrama.

20 abril, 2021
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La pasada semana fui a ver en la sala Nave 73 Afterglow, una obra estrenada en el off teatral de Broadway y montada ahora en Madrid por Pedro Casas. La obra tiene un reclamo gay excelente: tres chicos guapos, desnudos, morboseando en la publicidad.

Hace dos semanas estuve viendo en el Teatro Luchana la obra Here Comes Your Man, cuyo autor, a pesar del título en inglés, es Jordi Cadellans, que había estrenado el espectáculo el año pasado en el Teatro Gaudí de Barcelona. En este caso, el cartel publicitario, bien visible en las calles del barrio de Chueca, presentaba a un hombre de espaldas, agachado y metiéndose un dedo por el culo.

La publicidad llama la atención sobre la belleza, el morbo, la desnudez y el sexo desinhibido porque saben que un cuerpo es un arma, por mucho que se empeñen en negarlo los neopuritanos. Un arma de atracción y a menudo también de destrucción.

Las dos obras, sin embargo, son piezas complejas que revuelven un poco las vísceras emocionales. Una habla del poliamor con seriedad, sin dejarse arrastrar por la banalización, y la otra habla de bullying, de abusos y de sexualidades escondidas. En los dos casos los teatros estaban llenos, y Afterglow ha agotado todas las entradas que puso a la venta y tendrá que prorrogar.

Vamos al teatro (gay)

Ilustración: Iván Soldo

Hace un par de meses vi en el Infanta Isabel La golondrina, un drama a ratos opresivo sobre el dolor de la pérdida y el sentimiento de culpa de una madre –Carmen Maura– que no supo aceptar la homosexualidad de su hijo muerto. El autor es Guillem Clua, que hace unos años batió muchos récords con Smiley, cuya segunda parte ya se ha estrenado en Barcelona y Mallorca y que espero que llegue pronto a Madrid, interpretada por el que a mi juicio es la estrella gay del panorama teatral español: Ramón Pujol, con un talento y una presencia física que lo convierten en un animal de escena imbatible.

Ya se ha estrenado también Yo soy el que soy, de Aaron Lee, la historia autobiográfica –interpretada por él mismo– de un joven músico de origen coreano que fue secuestrado y humillado por sus propios padres cuando se enteraron de que era homosexual. No he tratado de ser exhaustivo ni he hecho búsquedas en Google, de modo que seguro que en los últimos meses habrá habido muchas más obras en Madrid y en el resto de España, e incluso es posible que yo haya visto alguna que ahora he olvidado.

La cartelera teatral gay ha implosionado, y con un éxito general rotundo. He recordado cuando Nando López, que es uno de los artífices de este impulso teatral con obras como Malditos 16 o La edad de la ira, estrenó en la Sala Triángulo Cuando fuimos dos. Era 2012 y el panorama gay madrileño era más bien exiguo. Cuando fuimos dos, además, era una de las primeras obras que hablaban de la homosexualidad no como conflicto, sino como simple marco sentimental de una pareja.

Hace algunos meses les entregué a los editores de Dos Bigotes mi primera obra teatral, que se titula Amor puro, y acaba de aparecer. Más que una obra gay, es una pura mariconada, en el mejor de los sentidos posibles del término.

No había escrito teatro desde hace décadas, y he comenzado a preguntarme si mi debut dramático no tendrá que ver con el nuevo ecosistema de la escena española, con ese estallido creativo de autores, salas, compañías y actores que reivindican con naturalidad el teatro gay. Está demostrado que hay público y que hay talento de sobra para alimentarlo.

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